miércoles, 16 de agosto de 2017

La Quinta de San Pedro Alejandrino

Jueves como cualquiera, despierto desde las siete y nuevamente había pasado una mala noche, despertándome frecuentemente por la tos y luego pensando sobre la programación de lo debería hacer hoy.
En esta ocasión se cumpliría a cabalidad:
Bajando a la recepción pedí ayuda a la chica para que me indicara que bus podría tomar para ir a la terminal de transporte y pague por la noche de hotel, nuevamente fue fácil tomar el micro bus en el Camellón, lo difícil fue soportar la manera estúpida de conducir del chófer, no entiendo como no hay mayor numero de accidentes con semejante patanes al volante, este es un problema generalizado en Colombia y ha sido el motivo por el cual en Cali, nunca volví a coger un micro bus. Reconocí de inmediato la terminal y recogí la motocicleta, dando mayor importancia a recargar el celular con el cargador de 12 V, organizando el GPS y bañándome en bloqueador solar.
Tome nuevamente la ruta al hotel, sin embargo, era para reservar una habitación en uno de los sitios que había averiguado la noche anterior, el mas barato y sobre el Camellón, la gran diferencia: la habitación no tenia ventanas pero tenia una baño mas grande que el cuarto mas grande de la casa en que vivo en Cali. ¡Que tontunada!
Guiado perfectamente por el GPS y sin los percances sufridos con Gmaps años atrás, tome la ruta a El Rodadero, nunca me había imaginado el realce de color y alto contraste que podía obtener con las gafas que había comprado en Cali, normalmente no me gusta derrochar en este tipo de tonterías, pero pude ver que no había perdido mi dinero, estas no eran las de tipo "agáchese a $5000" o "quemaretina". Recordé perfectamente donde debía cruzar y luego con ayuda de un hombre local pude ubicar la moto en un parqueadero, luego camine alrededor de 5 cuadras de la calle frente a la playa, únicamente encontré un sitio para programar salidas por mar al parque Tayrona, no obstante, no me dieron muchas expectativas frente a la posibilidad de una salida pues se debía vender el cupo del bote en su totalidad, sí se vendían alguien me haría una llamada el sábado, pero conociendo al "nativo Colombiano" que pulula en el Rodadero, ya me imaginaba mucho de que no se daría la venta. Me sorprendió un poco la muchacha que me atendió, parecía sacada de una exhibición de vehículos, un tanto exagerado para promocionar boletos de viajes que no se dan... En fin... El precio era de $70000 y constaba de una visita de a Isla Aguja y Punta Granate, a mi parecer, un tanto lamentable, pues cuatro años atrás había llegado hasta Bahía Concha, mucho mas al norte, pero no había mas. Bastante decepcionado busque el numero celular de la empresa en la cual había realizado el viaje la primer vez que vine, me respondieron un tanto desubicados, al parecer casi nadie les llama para preguntar por salidas o al menos esa fue mi impresión, y me dijeron que solo viajaban por mar en la primer semana de Enero, mientras el sábado que se aproximaba tenían programada una, pero por tierra -¡¡¡miércoles!!!, llevo 1500 Km recorridos por tierra, y ¿más?-; me desvié unas cuadras buscando una bolsa impermeable para mi cámara -impermeable, no waterproof como los guantes-, retire dinero de un cajero y regrese buscando el parqueadero, en esta ocasión no veía las calles inundadas de turistas, la playa la encontré tranquila a diferencia de hace cuatro años, ¿que podría ser?, a una cuadra antes de llegar al parqueadero encontré un restaurante y no dude en preguntar si ya tenían almuerzos, eran las once. De regreso lamente no poder sacar la cámara y tomar algunas fotos del desierto y el paisaje sobre la montaña que separa El Rodadero y Santa Marta.
De regreso al hotel, me vi forzado a dejar la moto en la esquina de la cuadra, pues un campero habia obstruido una pequeña rampa que hubiese podido utilizar para subir la moto y llevarla hasta la porteria, apresuradamente subí al cuarto recogí las maletas laterales, baje y nuevamente subí por la chaqueta y las botas, ahora con todos los "corotos" en la moto y con ayuda del GPS, busque la forma de regresarme por el Camellón y dejar todo en el nuevo hotel. El GPS que no sabe de congestiones me guió hacia el centro comercial de la ciudad y del cual casi no salgo, el calor y la congestión vehicular son pésima combinación, por cierto, como motociclista puedes caber en un pequeño espacio entre autos cuando estos se encuentran detenidos, pero yo viajaba con las maletas laterales y estas me impiden estas maniobras a menos que quieras rayar uno que otro chasis y meterte en problemas, afortunadamente llegue al nuevo hotel sin percances, acomode todo el equipaje y me tome una siesta de una hora.
Ya descansado, tenia que continuar con unos los puntos mas importantes de mi agenda para este día, cancelación de las tarjetas de crédito Citi, fueron cuarenta y cinco minutos de espera telefónica en el celular para alguien me atendiese, pero llegó y por fin me liberaba de esta maldición.
Luego y postergado por varios años, la visita a La Quinta de San Pedro Alejandrino, llegar allí fue muy fácil, no entiendo cómo me perdí la vez anterior, el ingreso un poco costoso y una visita guiada que no me gusto, no me pareció amena y ademas fue presurosa, tal vez esa chispa de fervor y patriotismo ya no están conmigo, de lo que estoy seguro es que se rinde culto a una persona que envió gente a la muerte y yo no estoy con esa ideología, "si  merecemos ser llamados humanos, los problemas tenemos que resolverlos con la razón y la conciencia... no con las armas", de todas formas pude ver el estilo de vida de la época y una que otra cosa curiosa, ademas de unos cuadros de lujo. ¡¡¡PERO EL PREMIO MAYOR!!! fue cuando acabo la visita guiada, cerca de las 6 pm, cada una de las personas presentes podían hacer su visita independientemente, yo me aislé e ingrese en una de las salas con una deliciosa ambientación musical que de golpe se detuvo lamentablemente, cuando pase a la sala contigua me entere que la ambientación la hacia un hombre que había salido rápidamente y la interpretaba en un piano de cola, y éste estaba allí, esperando ser tocado, sin pensarlo corrí el forro, levante la tapa y toque el Canon en D y la Bagatela de Para Elisa, era primer vez que tocaba en uno, ni siquiera en el INEM me fue posible tocar una tecla del piano vertical que había en clase, era un tema vetado por la profesora encargada de cuidarlos; me sorprendió el sonido, el peso y tacto de las teclas, nada que ver con mi piano digital. Terminé enamorado, cuando tenga forma me haré a un piano vertical, el de cola... no hay espacio para él, mientra, continuaré estudiando con el P-95.
Como buena historia de amor "notelenovela", esta termino tragicamente, la encargada llego a la sala y me prohibió tocar en el instrumento: -Señor, el piano hace parte del museo y no puede ser tocado-
Sí eso es cierto... es un desperdicio.



































1 comentario:

  1. Me encantó esta narrativa y las fotos de la quinta. Allí estuve la primera vez que fuí a Santa Marta y el local es sorprendente. Me acuerdo del piano, es de verdad lastimable que un instrumento musical de este valor no pueda ser tocado, aunque sea parte del museo. Por lo menos tuviste el gustito, jajaja, te digo como dirian los argentinos: te re banco!!!

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